Jeb Rubenfeld: La intrepretación del asesinato. Barcelona: Anagrama, 2007.
Novela de escasos, muy escasos, méritos literarios, pero que puede tener una cierta utilidad didáctica para acercarse a algunos temas elementales del psicoanálisis. Casi del mismo modo en que El Código Da Vinci servía para hacerse una idea general de las implicaciones de la sección áurea. Ambientada en el Nueva York de principios del siglo XX relata la visita que hizo Freud a Estados Unidos para dictar una serie de conferencias en la Universidad de Clark. Acompañado por Jung y Ferenczi, Freud abandanorá Nueva York afectado por una grave decepción cuyos motivos han permanecido ocultos. Es esta incógnita la que sirve a Rubenfeld para desarrollar una trama policiaca alrededor de unos crímenes morbosos sin el menor interés y sugerir la hipótesis de un complot wasp contra ese invento judío llamado psicoanálisis. Aunque bien documentado en la ambientación de Nueva York, es sutilmente tendencioso en el retrato de la relación entre Freud y Jung y muy condescendiente con las opiniones más polémicas del creador del psicoanálisis: su misoginia, su homofobia, su autoritarismo…
De todos modos, como decía anteriormente, pueden aprovecharse algunos párrafos para aclarar ciertos temas básicos del psicaonalisis como el Complejo de Edipo, la histeria, la transferencia y contratransferencia, los diferentes tipos de lapsus, la asociación libre, la catarsis, etc.
Así que dejo un cuestionario y algunos textos para comentar:
- ¿Por qué razón sufre Priscilla, paciente del doctor Younger, parálisis en la mano izquierda?
- Cita dos ejemplos de lapsus que aparezcan en la novela.
- ¿Qué es la religión para Freud?
- ¿Cuáles son los síntomas y las causas de los fenómenos conocidos como transferencia y contratransferencia?
- ¿Qué rasgos extraños se atribuyen a Carl Gustav Jung?
- ¿Cuáles son las interpretaciones de Hamlet que hacen Goethe y Freud?
- ¿En qué paciente de Freud se inspira el personaje de Nora Acton? ¿Cuáles eran las características de su Edipo?
Algunos textos para comentar:
1. Priscilla, un caso de histeria.
La reconstrucción de la historia era de una sencillez palmaria. Priscilla había estado enamorada de Bradley desde que éste había empezado a cortejar a su hermana. Priscilla tenía entonces trece años. No escandalizará a nadie, espero, que afirme que el amor de una chiquilla de trece años puede incluir el deseo sexual, aun en el caso de que tal deseo no sea cabalmente consciente. Priscilla jamás había reconocido esos deseos, o su resultado: los celos que sentía de su hermana, que irremediablemente llevaban a la mente de la chiquilla al pavoroso y oportunista pensamiento de que, si Mary moría, el camino quedaría expedito para ella. Priscilla reprimía todos estos sentimientos, e incluso los escondía de su propia conciencia. Y tal represión era sin duda la fuente original de los dolores ocasionales que sentía en la mano izquierda, que probablemente comenzaron el día mismo de la boda, cuando Priscilla vio por primera vez el anillo de oro en la mano de su hermana. Dos años después, la visión del anillo en la mano de Mary en el ataúd despertó esos sentimientos, hasta entonces soterrados, que a punto estuvieron de aflorar -o quizá, por un instante, llegaron a aflorar- a la conciencia de Priscilla. Pero ahora, además de estos sentimientos prohibidos de deseo y celos, existía también la absolutamente inaceptable satisfacción que sintió por la temprana muerte de su hermana. El resultado fue una nueva exigencia de represión, infinitamente más fuerte que la primera.(p. 58) |
2. Religión, neurosis universal.
-Muy bien. Usted me ha hecho una pregunta directa -dijo Freud-. Voy a darle una respuesta directa. Soy el más radical de los no creyentes. Toda neurosis es una religión para quien la padece, y la religión es la neurosis universal de la humanidad. De esto no hay ninguna duda: las características que atribuimos a Dios reflejan los miedos y deseos que sentimos en los primeros estadios de nuestra vida, y luego en nuestra primera infancia. Cualquiera que no vea esto no puede haber comprendido el abecé de la psicología humana. Si lo que busca usted es religión, no siga mis enseñanzas.(p. 91) |
3. La transferencia.
La transferencia es un fenómeno psicoanalítico. Freud la descubrió por casualidad, y para gran sorpresa suya. Sus pacientes, uno tras otro, reaccionaban ante el psicoanálisis venerándole, o, de cuando en cuando, odiándole. Al principio trató de hacer caso omiso de tales sentimientos, y de considerarlos indeseadas e incontrolables intrusiones en la relación terapéutica. Con el paso del tiempo, sin embargo, descubrió cuan cruciales resultaban para el trastorno y la cura del paciente. El paciente revivía, dentro de la consulta del psicoanalista, los mismos conflictos generadores de los síntomas, y transfería al médico los deseos reprimidos que alentaban en el corazón de su dolencia. Y ello no era fortuito: la histeria, había descubierto Freud, consistía en la transferencia que un individuo hace a otras personas, o incluso objetos, de una serie de deseos y emociones soterradas gestadas en la infancia y nunca liberadas. Diseccionando este fenómeno con el paciente -sacando a la luz y llevando hasta sus últimas consecuencias dicha transferencia-, el psicoanálisis hacía consciente lo inconsciente y eliminaba la causa del mal.(p. 112) |
4. Hamlet
Hamlet representa el lado femenino del hombre: el alma intelectual, el alma interna, lo bastante sensible como para ver el mundo espiritual pero no lo bastante fuerte como para llevar el peso que él impone. El reto consiste en hacer ambas cosas: oír las voces del otro mundo pero vivir en éste: ser un hombre de acción. (p. 98)Hamlet ve en los actos de su tío sus propios deseos secretos, sus deseos edípicos. Claudio no ha hecho más que llevar a la práctica lo que Hamlet habría querido hacer. «Así el odio que debía llevarle a la venganza», escribe Freud, «es suplantado en él por autorreproches, por escrúpulos de conciencia.» Que Hamlet padece su propio reproche es innegable. Una y otra vez se castiga, excesiva, casi irracionalmente. Incluso piensa en el suicidio. O al menos es como se ha interpretado siempre el monólogo Ser o no ser. Hamlet se pregunta si se da muerte a sí mismo. ¿Por qué? ¿Por qué Hamlet se siente culpable y tiene ideas suicidas cuando piensa en vengar a su padre? Nadie en trescientos años había logrado explicar el soliloquio más célebre de toda la dramaturgia. Hasta Freud. egún Freud, Hamlet sabe -inconscientemente- que también él quería matar a su padre, y que también él quería reemplazar a su padre en el lecho de su madre. Que era lo que Claudio había hecho. Claudio es, por tanto, la encarnación de los deseos secretos de Hamlet. Es el espejo de Hamlet. Los pensamientos de Hamlet van directamente de la venganza a la culpa y el suicidio porque se ve a sí mismo en su tío. Matar a Claudio será a un tiempo una recreación de sus deseos edípicos y una suerte de autoinmolación. Por eso se siente paralizado Hamlet. Por eso no puede decidirse a actuar. Es un histérico; padece la insufrible culpa de unos deseos edípicos que no ha logrado reprimir del todo. (p. 198) |