Si el pueblo sucumbió al fascismo fue porque los intelectuales no supieron dirigirse a él. Dejaron vía libre a los demagogos y los periodistas. Los intelectuales sólo se dirigen a los intelectuales y a un puñado de políticos que les proporcionan la ilusión de tener algo que decir. Pero el pueblo no forma parte de sus caprichos. Es una criatura opaca, un pulso sordo que late a su propio ritmo, se interrumpe de golpe y explota para luego retomar su latido. Siempre es él quien marca el compás. El pueblo: esa indecible entidad que rechaza cualquier definición, esa masa que se exalta con la guerra y agoniza con la paz, que parece reclamar a veces la verdad, incluso encarnar la «sabiduría popular», justo antes de aclamar lo peor. El pueblo es incomprensible.
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La elección de este hombre para salvar su país parece formar parte del “eterno retorno”.

🙂
Por desgracia, me equivoqué cuando te dije hace unos meses que Trump era un paquete al que habían puesto ahí para que ganase Clinton y todo siguiera igual. No supe leer la situación.
Hola Eugenio. Estoy divido en tres pensamientos:
– Todavía creo que no te equivocaste. Son 59 millones de americanos los que hicieron lo inesperado.
– Otras veces pienso que había que hacer cosas duras y la mejor excusa era hacerlas a través de un tipo como Trump.
– O nos equivocamos y tocaba lo del “eterno retorno”.
A ver si alguien se anima a compartir la sorpresa.
A lo mejor tenemos que volver a ver la película “El Candidato” (1972), tal vez así entendamos algo.
🙂
Con tanto cine de superhérores, parece que no ha habido nunca cine político de calidad como The manchurian candidate o Costa-Gavras o…
Son los tiempos que corren.