Milan Kundera: La fiesta de la insignificancia (2013)

LA FIESTA DE LA INSIGNIFICANCIA.qxd:AND676 GUERRA EN LA FMilan Kundera: La fiesta de la insignificancia. Beatriz de Moura Gurgel (tr.) Barcelona: Tusquets, 2014.

La insignificancia de la última novela de Kundera es una variante de su antigua «levedad». Sin embargo,  esta ya no es «insoportable» sino, al contrario, algo digno de celebrar, digno de una fiesta. ¿Cuáles son las razones de este cambio en su apreciación del mundo? Esa es la pregunta a la que me gustaría dar respuesta en esta entrada.

Si hay algo que no puede arrebatársele al Universo y todo lo que contiene es su absoluta insignificancia. La razón de esto es el inexorable paso del tiempo: todo, absolutamente todo, está condenado a desaparecer. Así que la insignificancia es, a todas luces, la esencia última de todo lo que existe.

—El tiempo corre. Gracias a él, primero vivimos, lo cual quiere decir que ya hemos sido acusados y juzgados por la gente. Luego morimos y permanecemos aún unos años entre los que nos han conocido, pero muy pronto se produce otro cambio: los muertos pasan a ser muertos viejos, de los que ya nadie se acuerda y que desaparecen en la nada; tan sólo unos cuantos, muy, muy pocos, imprimen su nombre en la memoria de la gente, pero, ya sin testigos fehacientes, sin un solo recuerdo real, pasan a ser marionetas… (p. 34)

Hay, evidentemente, diferentes formas de afrontar esta realidad. Podemos inventar algo intocable como unos dioses, un Mundo de las Ideas, utopías, o algo más sofisticado como la Cosa en sí kantiana, pero tarde o temprano son objeto de la «broma», de la risa, porque, en el fondo, no son más que ficciones producto de una voluntad humana, demasiado humana.

La nuestra es la era de la «posbroma» porque ya no quedan ensoñaciones sagradas a las que venerar. Nos queda únicamente la insignificancia. En ese caso podemos optar por invocar el apocalipsis o, mejor, desear que nunca hubiese existido esa raza humana que cuelga de la vulva de la Eva primiginea. Pero esta es una opción triste. Es preferible el «infinito buen humor» que, por casualidad, se parece mucho a esa infinita indiferencia con que los dioses de Epicuro observaban las miserias de la humanidad.

—¡Ah, el buen humor! ¿Nunca has leído a Hegel? Claro que no. No sabes siquiera quién es. Pero nuestro maestro, que nos ha inventado a todos, me obligó antaño a estudiarlo. En su reflexión sobre lo cómico, Hegel dice que el verdadero humor es impensable sin el infinito buen humor, escúchalo bien, eso es lo que dice literalmente: «infinito buen humor»; «unendliche Wohl-gemutheit!». No la burla, no la sátira, no el sarcasmo. Sólo desde lo alto del infinito buen humor puedes observar debajo de ti la eterna estupidez de los hombres, y reírte de ella. (p. 93)

Cansancio y tedio divino son los síntomas de nuestra era, la era de la repetición. El símbolo que Kundera elige para representarla es la adoración que experimentamos por el ombligo femenino. No nos importa ya la individualidad de la mujer amada sino ese recuerdo del cordón umbilical, esa señal del eterno retorno de lo mismo. El hecho de que el deseo erótico se haya focalizado en el ombligo es síntoma de que hemos alcanzado el grado Xerox de la sensibilidad.

—Antaño, el amor era la celebración de lo individual, de lo inimitable, la gloria de lo único, de lo que no admite repetición. Pero el ombligo no sólo no se rebela contra la repetición, ¡es una llamada a las repeticiones! De modo que en nuestro milenio viviremos bajo el signo del ombligo. Bajo este signo, seremos todos soldados del sexo, con la mirada fija no sobre la mujer amada, sino sobre el mismo agujerito en medio del vientre que representa el único sentido, la única meta, el único porvenir de todo deseo erótico. (p. 129)

Unbreakable (Shyamalan, 2002)
Unbreakable (Shyamalan, 2002)

En una era donde han desaparecido las ficciones intocables la vida se convierte en una lucha de todos contra todos: cada uno de nosotros intentando imponer a los demás su versión de los hechos, su triste relato. Y para este problema Kundera se atreve a recetar una lección de ética en el espléndido capítulo que lleva por título «Los perdonazos». Es una Madeleine-Diótima quien arroja luz sobre la cuestión. En lugar de intentar estrangularnos unos a otros luchamos intentando proyectar la culpa sobre los demás. Pedir perdón sistemáticamente es una respuesta pasiva-agresiva que espera del otro el reconocimiento de la culpa y su derrota. Sin embargo, si se pide perdón y se recibe un agravio te quedas sin armas y, además,  animas al otro a seguir insultándote  hasta la muerte. Al perdonazos no le que queda más remedio que buscar consuelo en una estrategia perversa: soñar con un mundo en el que, sin excepción, todos pidieran disculpas 🙂

—Pues te equivocas. El que pide perdón se declara culpable. Y si te declaras culpable, animas al otro a seguir insultándote y a denunciarte públicamente hasta la muerte. Estas son las consecuencias fatales del que pide perdón el primero. —Es cierto. No hay que pedir perdón. Sin embargo, yo preferiría un mundo en el que todos, sin excepción, pidiéramos perdón y, por las buenas, inútil y exageradamente, todos cargáramos con las disculpas… (p. 57)

Para terminar, Kundera pide al lector un esfuerzo imposible, devenir «Übermensch«, aprender a reconocer la insignificancia allí donde nos resulta más difícil, «en el horror, en las luchas sangrientas, en las peores desgracias». Pero no vale sólo con eso, además hay que amarla y apreciar su belleza.

Cuando valoramos la levedad como algo insoportable no cabe el buen humor pero este parece ser el único don divino que nos ha sido concedido. Así que más nos vale reconciliarnos con él.

2 comentarios en “Milan Kundera: La fiesta de la insignificancia (2013)

  1. Disculpa, ¡es broma! (¿Corro el riesgo de ser machacada? No, de ti no lo esperaría), pero la levedad también tiene el sentido de que es insoportable porque ni ella misma se sostiene permanentemente, incluso aquellos amantes de la ligereza y la futilidad no pueden evitar, en su sensibilidad, que la levedad en determinados momentos se les escape (en el libro de Kundera, Sabina y Tomás son un ejemplo de ello); esto es porque no hay ningún pensamiento, ninguna actitud que pueda sostenerse inalterable. De hecho pienso que las verdaderas determinaciones se toman acompañadas de una fuerte emotividad y, a la vez pienso, que la levedad sin emotividad, es otra cosa, es frivolidad. Pienso también que sólo hacen apología del sufrimiento, del pesimismo y de la muerte los que nunca lo han pasado mal. Para mi vivir no es una ciega voluntad de nada, sino un instinto lleno de sentidos, leve y profundo, a pesar de todo, defendiendo lo que amas.
    Un abrazo,
    Marisa

    1. Hola Marisa,

      celebrar la insignificancia como lo hace Kundera es, como dices, frivolidad. Hay un personaje de la novela que miente a un amigo diciéndole que padece cáncer. Es una mentira horrible pero el tipo se ríe. Y, para colmo, su amigo empieza a apreciarlo más que antes ¿?

      Dejando aparte esas frivolidades hay algo que creo que te gustaría y que ya aparecía en La insoportable levedad del ser. Kundera dice que el único sufrimiento que podemos entender es el del individuo concreto, no las grandes tragedias y catástrofes. Y pone como ejemplo el de Kalinin, alto dignatario del Kremlin que da su nombre a la actual Kaliningrado -antigua Königsberg-, que era incapaz de no mearse encima. Stalin alargaba sus discursos para verlo sufrir pero ese monstruo, dice Kundera, sentía simpatía por Kalinin, comprendía su sufrimiento. Por eso le dio a la ciudad de Kant el nombre de Kaliningrado. Es una bonita historia.

      Con la edad que tengo y lo poco que he vivido sólo salvo de la vida esos momentos en los que el amor, en sus múltiples variantes, toma el mando. Hay ahí luz y oscuridad, felicidad y dolor, pero merece la pena.

      Besos y abrazos.
      Eugenio.

Deja tu comentario

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s