M. Night Shyamalan, apóstol del ecoterrorismo.

M. Night Shyamalan during the shooting of the film The Lady in the Water (2006)
M. Night Shyamalan durante el rodaje de The Lady in the Water (2006)

El director de cine, como el novelista, tiene como objetivo contar una historia. La diferencia estriba en las herramientas: en el caso del novelista son las palabras y en el caso del director es la cámara. En la mayoría de las películas fabricadas como producto de entretenimiento masivo dónde haya que situar la cámara o cómo sea adecuado moverla es una cuestión secundaria que termina resolviéndose mal o recurriendo a fórmulas trilladas. Sin embargo, la inteligencia y la novedad con las que Shyamalan dispone de la cámara han sido inexplicablemente infravaloradas. Aunque sus últimas películas (The Last Airbender o After Earth) no estén a su altura ni en el contenido ni en el aspecto técnico, cabe remontarse a los ocho primeros minutos de Unbreakable (2002). Son dos escenas memorables:

  • Para contar el alumbramiento del protagonista malvado (Samuel L. Jackson) dirige la cámara hacia un espejo porque el bebé tiene los huesos de cristal y llevará el apodo de Mr. Glass. Dentro del diminuto espacio de un probador de señoras Shyamalan enlaza unos minutos de una complejidad visual al alcance de muy pocos.

Unbreakable (Shyamalan, 2000)

  • En los momentos previos al accidente de tren, el antagonista de Mr. Glass (Bruce Willis) flirtea con la muchacha que se sienta a su lado. La cámara oscila a izquierda y derecha a la altura de los ojos de una niña porque, sin que nos demos cuenta, es ella quien se ha apoderado del punto de vista. Lo habitual es que el punto de vista sea propiedad exclusiva del protagonista o del narrador omnisciente. Otorgarle ese privilegio a una mirada que desaparecerá de la película en unos pocos minutos es un recurso estilístico heredado de Hitchcock que Shyamalan ejecuta a a la perfección.

De todos modos, me centro ya en el título de la entrada: Shyamalan como apóstol del ecoterrorismo. La definición estándar de ecoterrorismo refiere el término a grupos armados que realizan acciones violentas para proteger el medio ambiente. En el mundo real un ejemplo sería el Unabomber y en la ficción la revuelta de los científicos contra la multinacional que destruye Pandora en Avatar (James Cameron, 2009). A lo largo de la trayectoria cinematográfica de Shyamalan se pueden observar tres líneas metafísicas fundamentales. En The Sixth Sense, Unbreakable o Lady in the Water adopta  una variante del gnosticismo maniqueísta. Resumiendo mucho, existen dos planos de realidad: uno espiritual y otro material. En el plano espiritual se libra la eterna batalla entre el bien y el mal. El mundo de los humanos no es más que el reflejo terrenal de ese enfrentamiento primigenio. En The Last Airbender o The Village es evidente la tendencia neoludita, el rechazo, a veces matizado, del progreso tecnológico. Por último, The Happening o After Earth  pueden calificarse de ecoterroristas pero en un sentido más radical e interesante que en la película de Cameron. Será el propio planeta Tierra quien tarde o temprano se vengue de la humanidad. En The Happening los árboles segregan una toxina que impulsa a los individuos al suicidio y en After Earth sugiere cómo será la Tierra dentro de mil años: un planeta en cuarentena donde la atmósfera y todos los seres vivos habrán evolucionado para destruir cualquier cosa que se parezca a un humano.

Filmografía seleccionada de M. Night Shyamalan.

  • 1999, The Sixth Sense
  • 2000, Unbreakable
  • 2002, Signs 
  • 2004, The Village
  • 2006, Lady in the Water
  • 2008, The Happening
  • 2010, The Last Airbender
  • 2013, After Earth
  • 2015, The Visit 

8 comentarios en “M. Night Shyamalan, apóstol del ecoterrorismo.

  1. Fantástico el blog y fantástico que todavía aprecie alguien el talento y la sensibilidad visual de Shyamalan; un tipo, por cierto, al que seguramente le hubiese venido mejor trabajar fuera de la industria. Saludos.

    1. Hola Carlos, impresionante vuestro blog también, tanto los temas como el desarrollo.

      Shyamalan es un prodigio del cine. Su habilidad técnica, su capacidad para hacer poesía con una cámara es apabullante. Espero que The Visit le devuelva el prestigio que merece.

      Saludos.

  2. Libro
    Casualmente estuve leyendo estos días “Un viejo que leía novelas de amor” de L. Sepúlveda que me recomendó un compañero. Es una defensa de la amazonía y de la selva natural. Es también una sutil reflexión sobre el significado de ganar y perder: hay batallas en las que vencer te destruye. El sufrimiento es no poder proteger lo que amas. Hay otros tigrillos, otras tribus y, también, otras selvas.
    Tierra […]

    1. Hola Marisa, tampoco lo había leído. Me he informado un poco. Lo leeré pronto. Es breve 🙂

      Creo que entiendo bien y he visto en mi vida muchas veces «cómo vencer te destruye» y el «verdadero sufrimiento es no poder proteger lo que amas».

      No estoy hecho para las confrontaciones así que es difícil que me destruya el vencer o el perder. Soy de los que pide perdón cuando le empujan 🙂

      Pero sí siento con amargura el no poder proteger lo que amo. Eso lo experimento a diario porque hay una parte de mí que es un poco «guardián entre el centeno».

      Un abrazo y gracias por la recomendación.

  3. Hola Eugenio. El comentario era una manera de unir libro y tierra (tanta efeméride de “celebridades por un día”…), me dio el pálpito de ponerlo aquí, guiada por esa brújula interior que me funciona mejor que el reloj (aunque ya veo que tú también andas por la hora canaria y portuguesa, ¡je!); quería poner también una imagen pero era un documento personal y no lo copiaba, por eso puse los corchetes.
    Me parece acertado evitar confrontaciones cuando lo que hay ya está desenmascarado. Ver claro los posicionamientos de los que confunden huellas no es algo ya sólo importante sino urgente en los tiempos que corren; el verdadero deterioro, la sordidez, está en el “postureo”, en el simulacro. El experto convencional en gustos y etiquetas puede exhibirse sobre los horrores porque cree verlos desde su objetividad, cuando el colmo de la desgracia es precisamente esa actitud.
    Citando tu referencia: “¿Cómo puede uno saber lo que va a hacer hasta que lo hace?”
    Te aprecio mucho porque no separas tu sabiduría de tu sensibilidad, independientemente de parentescos culturales y otras cuestiones de género.
    Abrazos,
    Marisa

  4. Creo que el problema que tengo con esto es el hecho de que se dan como contrarios hechos que en realidad van al mismo punto. El ecologismo defiende el respeto al medio ambiente, pero el ecologismo no solo no requiere ser neoludita, sino que es contradictorio. El neoludismo predica el odio al avance tecnológico. No obstante, el hecho de eliminar el avance tecnológico es algo que deteriora el medio ambiente. Las placas fotovoltaicas, los aerogeneradores, la energía magnética… Toda esa serie de «energías renovables» o «energías limpias» provienen de dicho progreso. Y no solo eso: A mayor avance tecnológico, más se optimiza el uso de las fuentes de energía. Así, si antes para conseguir una cantidad de energía se necesitaba quemar X cantidad de carbón (produciendo una cantidad de CO2), el avance tecnológico permite a la máquina requerir menos energía, o bien permite al carbón liberar más energía. Ambos casos van dirigidos a lo mismo: Se necesita menos carbón que quemar, por tanto se quema menos, por tanto se produce menos CO2. ¿No decía Marx que era contradictorio que los burgueses invirtiesen en tecnología por ser la tecnología lo que provocaría su caída del poder? Mismamente, ¿no es contradictorio que alguien que defienda el medio ambiente esté en contra de algo que ayuda al propio medio? Simples pensamientos que me dan al leer ecoterrorismo neoludita…
    Saludos, Eugenio.

    1. Hola StickBrush,

      Gracias por añadir tu comentario. Tu argumentación tiene bastante lógica. El problema es que llevamos mucho tiempo con ese mantra: los problemas de la ciencia los arreglaremos con más ciencia. Y la realidad no parece avanzar en ese sentido. Quizás porque la ciencia no es una actividad democrática (en última instancia, no en los detalles evidentemente) y se invierte más en un tipo de ciencia que mantenga ciertas estructuras de poder que en otro tipo que podría ponerlas en apuros. La industria farmacéutica es un buen ejemplo. Tengo claro que la ciencia por sí misma no nos va a sacar del atolladero medioambiental. Es un mero instrumento. Es más, si no se somete a la ciencia a los intereses de la mayoría, la aparición de más y más fenómenos ecoterroristas será un hecho. Por ahora, sólo lo vemos en el cine: Shyamalan es un buen ejemplo pero recuerdo ahora también «Doce monos» de Terry Gilliam.

      Saludos.

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