George Orwell: Keep the Aspidistra Flying (Que no muera la aspidistra, 1936)

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George Orwell: Keep the Aspidistra Flying, 1936 [Que no muera la aspidistra. Cristina Salmerón (tr.) Barcelona, DeBolsillo, ebook)

Imagina a un ingenioso hidalgo de nombre Gordon, con vocación de poeta, que decide declarar por su cuenta y riesgo la guerra contra el dinero.

Aborrece el capitalismo: el modo en que el dinero vacía a los seres humanos convirtiéndolos en animales mansos que siguen una vida rutinaria y sinsentido, un anticipo de la definitiva sepultura; el modo en que el dinero pervierte la cultura convirtiendo las bibliotecas en cementerios del pensamiento; el modo en que el dinero inunda las ciudades de carteles publicitarios que prometen vidas felices cuando en realidad sólo esconden desolación, un destino funesto y un anuncio secreto del inminente apocalipsis.

Frente al capitalismo sólo hay disponibles tres opciones: la Iglesia Católica, el delirio absurdo de T. S. Eliot, el suicidio, que también puede convertirse en mercancía (piénsese en Jim Morrison o Kurt Cobain, por ejemplo), y el socialismo.

¿Qué muchacho de dieciséis años no quiere ser socialista si se le promete amor libre, paz sobre la tierra y abundancia de bienes? Pero el socialismo tiene un grave problema y es que nadie lo quiere. La felicidad prometida por la utopía comunista conduce inevitablemente a la anulación del individuo, a «idas y venidas multitudinarias del Hostal Marx al Hostal Lenin» como forma máxima de entretenimiento.

La cuestión es todavía más trágica: la fe en que las contradicciones internas del capitalismo están llevándolo a su fin es una forma de pensar que reconforta al burgués con mala conciencia. El nihilismo radical de Gordon y su crítica al socialismo son la consecuencia de que sólo gana dos libras a la semana y le gustaría que fueran cinco.

La única forma de enfrentarse al capitalismo es renunciar al dinero, abrazar la pobreza, pero esto es una forma lenta de suicidio y, además, extremadamente dolorosa. La pobreza destruye las relaciones sociales, espanta a las mujeres, te roba los condones y anula la inspiración artística. La pobreza se convierte en una especie halitosis espiritual. Invocar a la miseria como salvación es como querer acelerar la muerte.

La solución feliz para nuestro poeta pasa por el sexo, el amor,  la paternidad y la vida hogareña simbolizada por la aspidistra. Un final decepcionante que deja intactas todas las dudas sobre el capitalismo que se han expuesto en las páginas anteriores.

A pesar de no ser una obra redonda, por irregular y repetitiva, es una lectura muy recomendable para estimular el pensamiento político: un paradigma de cómo debe funcionar cualquier teoría crítica.

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