Charlie Kaufman, nacido en Nueva York en 1958, fue guionista de tres sugerentes películas (Being John Malkovich, Jonze, 1999; Adaptation, Jonze, 2002 y Eternal Sunshine of the Spotless Mind, Gondry, 2004) antes de estrenarse como director en Synecdoche, New York. Esta ópera prima fue una apuesta arriesgada, surrealista, muy «de autor», repleta de alusiones literarias y filosóficas y con un sentido del humor muy peculiar.
El resultado final, sin embargo, es fallido. Es complicado hacer cine sobre el cine mismo. Y, sin embargo, Kaufman va más allá: Synecdoche es, además, cine sobre la creación literaria y poética, cine sobre la interpretación y los intérpretes, cine sobre el envejecer, la enfermedad, la muerte y el sentido de la vida… Del mismo modo que el protagonista de Synecdoche fracasa al intentar representar la totalidad del mundo en su mastodóntico escenario, a la película de Kaufman se le ven las costuras literarias desde el inicio y, en ningún momento, mantiene el ritmo que necesita el tiempo cinematográfico. Una película es algo más que fotogramas ingeniosos, poéticos o visualmente apabullantes hilados con referentes de la historia del pensamiento y la literatura.
La sinécdoque es una figura literaria usada para representar el todo mediante una parte que sea esencial o significativa. Obsérvala, por ejemplo, en la expresión «cuatro bocas que alimentar».
Usando a un director teatral como protagonista el objetivo de Kaufman es teorizar sobre la naturaleza de la creación artística. Para el autor la potencia del teatro, el cine o la escritura estriba en que la ficción puede llegar a lugares de la realidad donde nuestra mirada cotidiana es incapaz. El día a día siempre deja para mañana pensar en la brevedad, la insignificancia o la idiotez de la vida humana.
Así, un día, el director Caden Cotard (un papel específicamente diseñado para la asombrosa versatilidad interpretativa de Philip Seymour Hoffman) recibe una beca MacArthur que le permite dar forma a su sueño artístico: darle un baño de realidad primigenia al espectador, confundirlo, agitarlo, enamorarlo, dejarlo K.O.
Pero para mostrar la vida con la profundidad e intensidad descritas no se le ocurre otro modo que reproducir parte de la ciudad de Nueva York en el gigantesco escenario que la fundación MacArthur pone a su disposición.
Construye un simulacro tan efectivo que resulta ser más real que lo real. Entrega su vida al laberinto de la ficción e ignora las vidas de los otros. Proyectarse de ese modo en la obra de arte tiene un precio, un coste físico: cegueras momentáneas, enfermedades de la piel, temblores incontrolables; hasta la mierda de su propia hija es verde. Querer vivir al otro lado del espejo tiene consecuencias para la minúscula parte del autor que todavía permanece en la tierra.
Los cortocircuitos entre realidad y ficción ocupan buena parte de la película. La transición hasta el simulacro definitivo no se realiza sin sobresaltos como el suicidio verdadero, pero en escena, del actor que interpreta a Caden.
Finalmente, las conclusiones de Kaufman acerca de la obra de arte tienen cierta afinidad con la propuesta ética de Schopenhauer. El objetivo último de trascender la representación cotidiana del mundo, el velo de Maya, es llegar a ser consciente de la inconsistencia del yo. Las tristezas y los pecados de quienes me rodean son los míos propios. «Everyone is everyone». Todo es Uno. Queda muy lejos ese optimismo nietzscheano de convertir cada instante de la propia vida en algo excepcional. El imperativo dionisiaco suena en este contexto a puro desatino.
Ficha técnica
– Dirección: Charlie Kaufman
– Producción: Anthony Bregman, Spike Jonze, Charlie Kaufman
– Guión: Charlie Kaufman
– Fotografía: Frederick Elmes
-Intérpretes: Philip Seymour Hoffman (Caden Cotard), Catherine Keener (Adele Lack), Michelle Williams (Claire Keen), Samantha Morton (Hazel), Hope Davis (Madeleine Gravis), Emily Watson (Tammy), Dianne Wiest (Millicent Weems), Tom Noonan (Sammy Barnathan), Robin Weigert (Olive Cotard)
– País: Estados Unidos
– Año: 2008
– Idioma: Inglés
Gracias a Iván por la recomendación.
Ahí ahí, jeje
🙂
Si no recuerdo mal, Spike Jonze iba a ser el director, pero optó por dirigir «Where the Wild Things are». Mi imagino que Kaufman, después del trabajazo de producción, prefirió enfrentarse a la dirección en vez de aparcar el proyecto. Como dices adolece de ritmo (entre otras cosas), y se nota quizá demasiado que Kaufman es más guionista que director (prácticamente todo se explica mediante el diálogo). A pesar de todo, siendo una opera prima, el resultado me parece interesante y destacable dentro del catálogo actual. Viendo su capacidad creativa e imaginativa, sería interesante que Kaufman cogiese experiencia como director.
Un detalle lo de la recomendación 🙂
Saludos.
Hola Iván, tienes razón en que para haberse puesto detrás de las cámaras por primera vez es buena película. Es sublime el escenario final y muestra un sentido del humor inteligente en las imágenes de la casa en llamas, por ejemplo.
Saludos.
Eugenio.
P.D.: No me lo tomes a mal pero usas el verbo «adolecer» de forma incorrecta. Adolecer no significa carecer sino padecer algún mal o tener algún defecto. «Adolece de tacañería» es el uso correcto.
No me molesta para nada la corrección, incluso la agradezco. Pero me gustaría añadir que hace tiempo decidí tomarme mis libertades a la hora de escribir. Voy con mucho cuidado a la hora de escoger las palabras, aunque prefiero seguir mi criterio si el resultado me agrada. Las normas pueden esperar su turno. (Y en caso de que alguien se moleste, que se lo tome como una licencia poética ;P)
¡Un saludo!
Gracias Iván.
Un abrazo.