Agustín Fernández Mallo: Nocilla Dream


Agustín Fernández Mallo: Nocilla Dream. 7ª edición. Barcelona: Candaya, 2010.

Nocilla Dream fue publicada en 2006. Casi estamos en 2013 y a mí se me ocurre hacer una reseña de un libro del que ya se ha escrito más que suficiente. Por naturaleza soy reacio a leer los libros de moda. Me gusta dejar que el tiempo pase y ponga las palabras en su lugar.

Esta novela, dice AFM, es «la traslación de ciertos aspectos de la poesía postpoética al ámbito de la narrativa». Es la primera parte de una trilogía compuesta además por Nocilla Experience y Nocilla Lab, de la que puedes consultar otra reseña si sigues el enlace.

La poesía postpoética es un nombre algo pedante para desginar una narrativa hecha de fragmentos de historias con algún nexo común inesperado y muchas, muchas citas. Como abundan tanto las citas irrita un poco la advertencia del inicio «Se prohíbe la reproducción total o parcial…»

En cualquier caso, AFM desmembra la novela como si desmontase las piezas de un motor. El objetivo es volver a colocar las piezas de modo que la novela ya no sea una novela clásica, con historia, sino otra cosa. Una máquina autónoma, cerrada sobre sí misma, donde unos textos reflejan a otros y no hay finalidad alguna. Es decir, tomas un motor, lo despiezas y lo vuelves a montar pero ya no sirve para nada excepto como mera ilusión, artificio u objeto lúdico.

Nocilla Dream es mejor postpoesía que Nocilla Lab. Digamos que en el volumen final de la trilogía AFM fuerza demasiado la máquina (demasiada teoría estética). Por el contrario, las primeras páginas de Nocilla Dream son una puerta de entrada a un universo peculiar, algo solipsista, dominado por detalles y casualidades. Sin embargo, a medida que avanzas tienes la sensación de hundirte cada vez más en arenas movedizas. Y quieres cambiar de libro. Quieres que alguien te cuente por favor una historia que no sea postpoética.

Dos ideas que me han gustado:

Está bien estudiado que, en el cine europeo, el horizonte significa pérdida o melancolía; en el cine norteamericano, esperanza, imán de pioneros; y en el cine chino o japonés significa muerte. (p. 56)

Todo el mundo sabe que escribir es haber muerto. Sólo la muerte pasa la vida a limpio y a esa distancia es capaz de reescribirla. Por eso sólo el escritor es quien narra el mundo de los vivos desde el mundo de los muertos (p. 72)

Deja tu comentario