Michel Houellebecq: El mapa y el territorio. Jaime Zulaika (tr.). Barcelona: Anagrama, 2011.
El sustrato metafísico de la literatura de Houellebecq es, naturalmente, Schopenhauer. Ambos tienen un talento extraordinario para exponer la atroz indiferencia o desprecio con que la Voluntad de Vivir trata a los individuos. Cito algunos párrafos ilustrativos:
… hasta entonces había considerado que la sexualidad era una fuerza positiva, una fuente de unión que aumentaba la concordia entre los humanos a través de las vías inocentes del placer compartido. Ahora, por el contrario, cada vez más a menudo, veía la lucha, el combate brutal por la dominación, la eliminación del rival y la multiplicación arriesgada de los coitos sin otra razón de ser que garantizar la propagación máxima de los genes. Veía en ello el origen de todo conflicto, de toda carnicería, de todo sufrimiento. La sexualidad le parecía cada vez más la manifestación del mal más directa y evidente. (p. 266)
… las flores son sólo órganos sexuales, vaginas abigarradas que adornan la superficie del mundo, entregadas a la lubricidad de los insectos. Los insectos y los hombres, y también otros animales, parecen perseguir un objetivo, sus desplazamientos son rápidos y orientados, mientras que las flores permanecen fijas y deslumbrantes en la luz. La belleza de las flores es triste porque son frágiles y están destinadas a morir, como todas las cosas que hay en la tierra, por supuesto, pero las flores muy especialmente, y su cadáver, como el de los animales, no es sino una grotesca parodia de su ser vital, y su cadáver, como el de los animales, hiede; (…) La voluntad de vivir de los animales se manifiesta mediante transformaciones rápidas -una humectación del orificio, una rigidez del tallo y más tarde la emisión de líquido seminal-… La voluntad de vivir de las flores se manifiesta mediante la formación de manchas de color deslumbrantes que rompen la banalidad verdosa del paisaje natural, al igual que la trivialidad en general transparente del paisaje urbano, al menos en los municipios floridos. (pp. 31-32)
Ante la amenaza irrefutable de la decadencia y la muerte, frente a las trampas irremediables de la sexualidad, a la especie humana sólo le queda una escapatoria: el trabajo. Nuestro progreso casi puede reducirse a la «historia del dominio de los metales». Lo que define a un hombre es, ante todo, su profesión. Como un trabajo, por tanto, concibe Houellebecq el arte. Un trabajo cuya cometido es llamar la atención sobre el denodado e inútil esfuerzo del hombre por imponerse a la Naturaleza, por perdurar más allá de ella. Así, la actividad artística de Jed Martin, el protagonista de El mapa y el territorio, es «un homenaje al trabajo humano», ya sea fotografiando productos manufacturados ya sea pintando al ser humano en sus oficios más comunes. Como diría el propio Schopenhauer, el arte, a pesar de sus limitaciones, es más interesante que la dura realidad de la Naturaleza, o, dicho de otro modo, tal y como reza el título de la exposición de Jed: «EL MAPA ES MÁS INTERESANTE QUE EL TERRITORIO». Sin embargo, nuestro esfuerzo es inútil, todo lo humano sucumbe antes o después a la Naturaleza. Así lo atestiguan las últimas obras del propio Jed donde «el triunfo de la vegetación es absoluto.» Como en La posibilidad de una isla, Houellebecq no sólo predice sino que anhela la desaparición definitiva de la especie humana.
Si trasladamos las tesis de Houellebecq al ámbito sociológico, parece natural su análisis en torno a la muerte. La mayor hipocresía de nuestra civilización es vivir de espaldas a ella. No ya sólo nuestras anticuadas prácticas médicas, sino también esa eutanasia legal para ricos con que se están forrando en Suiza, son formas de ocultamiento. Afortunadamente, hay excepciones, por ejemplo en Madagascar:
Una semana después de la muerte desenterraban el cadáver, deshacían las sábanas en que estaba envuelto y tomaban una comida en su presencia, en el comedor de la familia; a continuación volvían a sepultarlo. Repetían el ritual un mes más tarde, luego tres meses después, ya no se acordaba muy bien pero le parecía que había no menos de siete exhumaciones sucesivas, la última se desarrollaba un año después del óbito, antes de que al difunto se le considerase definitivamente muerto y pudiera acceder al eterno descanso. Este ceremonial de aceptación de la muerte y de la realidad física del cadáver era exactamente lo contrario de la sensibilidad occidental moderna, (pp.48-49)
En cuanto a la naturaleza específica del trabajo artístico Houellebecq no va un paso más allá del Ión de Platón. Por cierto, Platón es el nombre del perro del protagonista. Son párrafos hermosos que merece la pena citar:
Muchos años después, cuando llegó a ser célebre -y hasta, a decir verdad, celebérrimo-, a Jed le interrogarían en numerosas ocasiones sobre lo que, en su opinión, significaba ser artista. No habría de encontrar nada interesante ni muy original que decir, exceptuando una sola cosa que en consecuencia repetiría casi en cada entrevista: ser artista, en su opinión, era ante todo ser alguien sometido. Sometido a mensajes misteriosos, imprevisibles, que a falta de algo mejor y en ausencia de toda creencia religiosa había que calificar de intuiciones; mensajes que no por ello ordenaban de manera menos imperiosa, categórica, sin dejarte la menor posibilidad de escabullirte, a no ser que perdieras toda noción de integridad y de respeto por ti mismo. Esos mensajes podían entrañar la destrucción de una obra, y hasta un conjunto entero de obras, para emprender una nueva dirección o incluso a veces sin un rumbo en absoluto, sin disponer de ningún proyecto, de la menor esperanza de continuación. En este sentido, y sólo en este sentido, la condición de artista podía calificarse de difícil. En este sentido también, y sólo en él, se diferenciaba de esas profesiones u oficios a los que rendiría homenaje en la segunda parte de su carrera, la que le granjearía un renombre mundial. (p. 94)
… siempre se puede tomar notas, tratar de llenar renglones de frases, pero para emprender la escritura de una novela hay que esperar a que todo se vuelva compacto, irrefutable, hay que esperar a que aparezca un auténtico núcleo de necesidad. Había añadido que uno mismo nunca decide la escritura de un libro; un libro, según él, era como un bloque de hormigón que se decide a cuajar, y las posibilidades de acción del autor se limitaban al hecho de estar allí y esperar, en una inacción angustiosa, que el proceso arrancase por sí solo. (pp. 222-223)
Houellebecq rellena bastantes páginas de su novela con imitaciones no muy logradas de catálogo artístico, novela policiaca y anarquismo de salón (Fourier, William Morris) pero, como siempre, aquí y allá deja algunas ideas intensas y provocadoras. En este caso, sobre la Historia del Arte:
De todos modos Picasso es feo, pinta un mundo horriblemente deformado porque su alma es fea, es todo lo que se puede decir de Picasso, no hay ninguna razón para seguir favoreciendo la exposición de sus lienzos, no tiene nada que aportar, no hay ninguna luz en él, ninguna innovación en el modo de organizar colores o formas, en suma, no hay en Picasso absolutamente nada que merezca señalarse, sólo una estupidez extrema y un pintarrajeo priápico que puede cautivar a algunos sexagenarios con una cuenta abultada en el banco. (p. 154)
Damien Hirsty Jeff Koons repartiéndose el mercado del arte… era un testimonio bastante certero de la situación del arte en un momento determinado. Hubo, en efecto, una especie de división: por un lado el fun, el sexo, el kitsch, la inocencia; por el otro el trash, la muerte el cinismo (pp. 182-183)
El mapa y el territorio no nos ofrece nada nuevo respecto a la producción anterior de Houellebecq, con la excepción de que el habitual tema pornográfico lo sustituye con un amago de novela policíaca. En cualquier caso, recomendable para sus lectores habituales.
Disentimos, como es natural.
Para mí Houellebecq sólo debería haber publicado dos novelas(Ampliación del campo de batalla y La posibilidad de una isla) y el ensayo sobre Lovecraft.
Houellebecq en El mapa y el territorio sustituye la pornografía light por la novela policiaca «sueca» porque esta última estaba teniendo mucho tirón editorial. Es un cínico. No tiene ningún problema moral en venderse a la moda del momento. No lo hizo con la islamofobia ni con el turismo sexual. Tampoco tiene problemas en imitar burdamente el estilo de un catálogo de exposición para rellenar páginas.
Houellebecq no se cansa de explicar en todas sus novelas un poco de Schopenhauer. Para el filósofo alemán el hombre tiene un carácter invariable desde que nace hasta que muere. Siempre cometemos los mismos errores, una y otra vez.
La cuestión no es: si te dieran la oportunidad de vivir tu vida otra vez, qué harías, sino otra más difícil (Kundera dixit): ¿amarías tanto tu vida como para querer que se repitiese entera de nuevo la historia de la humanidad hasta llegar hasta ti? Yo, definitivamente, no. Houellebecq creo que tampoco. Eso es Schopenhauer.
De todos modos, tanto pesimismo es agotador, así que nos inventamos ficciones como la libertad para no sentir el peso de existir ni el paso del tiempo.
He sido algo crudo en mi exposición pero creo que es bueno resaltar los antagonismos. Esa fricción hace saltar chispas y arroja algo de luz sobre los problemas.
No he visto el documental pero siempre han despertado mis simpatías los estilitas y ese tipo de gente.
(Las erratas en blogger son inevitables)
Saludos.
Hola,
desde mi ignorancia en estos temas, ¿cuál sería la diferencia entre Houellebecq y Bukowski? siendo que ambos se repiten mucho en sus temas, y no te he visto mencionar esa crítica a Hank.
saludos.
Hola Eduardo, Bukowski es muy anterior a Houellebecq. Bukowski ya publicaba en los sesenta y Houellebecq nació en el 58. Aunque el punto de partida en ambos sea el mismo (el nihilismo, la conciencia de que nada vale) la forma de resolverlo es diferente. Bukowski es primero boxeador, alcohólico, jugador, mujeriego y luego poeta y luego novelista y finalmente escritor de «relatos guarros». Houellebecq, en cambio, es un profesional de la literatura, un provocador, sabe cómo fabricar una novela que se venda. Bukowski va mucho más allá.
Saludos.
Hola, Eugenio…sí, estoy al tanto de sus épocas. de Houellebecq he leído Ampliación del…y sí, es muy schopenhaueriano, y tremendamente parecido a El extranjero. tengo El mapa y el territorio, que aún no leo, por eso me interesó tu reseña, y quise saber por qué Houellebecq agota y Buk, no. gracias.
saludos.
Hola, hace poco recordé haber leído años atrás un titular que mencionaba la guerra entre Houellebecq y su madre. pues bien, busqué en internet y me enteré del por qué de la disputa entre ambos, y la verdad es que me desiluciona un poco esto del personaje Houellebecq, principalmente porque prefiero la literatura honesta, esa escrita con sangre, si es posible. por eso me gustan bukowski, céline, thoreau, nietzsche, y otros más. en este sentido Houellebecq cae en la crítica que hacía bukowski a los «poetas» mantenidos por sus madres, que vivían en cómodos departamentos pagados por ellas. hay que separar aguas y disfrutar su literatura aparte de la ficción que es su escritor. claramente thoreau no lo avalaría: «En la literatura sólo nos atrae lo salvaje. La torpeza es otro nombre para la docilidad. Es el pensamiento indómito, incivilizado, libre y salvaje en Hamlet, en la Ilíada y en todas las escrituras y mitologías lo que nos deleita, lo no aprendido en las escuelas ni refinado y pulido por el arte. Un libro bueno de verdad es algo tal salvajemente natural y primitivo, misterioso y maravilloso, ambrosíaco y fértil como un hongo o un liquen. Supongamos que la rata almizclera o el castor se dedicaran a la literatura: ofrecerían nuevas perspectivas de la naturaleza. La falta de nuestros libros y de nuestras acciones es que son demasiado humanas. Quiero algo que hable en cierto modo de la condición de las ratas almizcleras y de las mofetas tanto como de la de los hombres, lejos de la cháchara complaciente y condescendiente de los filántropos»
aclaro que son mañas personales y no una crítica racional sobre la literatura.
Saludos.
Buen día Maestro,
Estoy leyendo a Houellebecq y para mí es una forma nueva de ver las cosas por como él comparte sus pensamientos y vivencias (tal vez estoy diciendo algo groseramente obvio).
En Plataforma, el encara la modificación de una cadena de hoteles y comparte todos sus pensamientos y sentimientos al respecto. Me gustaría leer a alguien de estilo Houellebecq pero que no sea Houellebecq. En particular referido a reflexiones sobre el comercio y el comportamiento de las personas. Me podría recomendar por favor uno o dos autores?
Muchas gracias