Epicteto: Enquiridión


Epicteto: Enquiridión. José Manuel García de la Mora (int., trad. y notas). 2ª ed. Barcelona: Anthropos, 2004.

Epicteto, s. I, Roma, pasó de esclavo a maestro de emperadores. Fue filósofo, como Sócrates, y, por tanto, no dejó escritos. Porque los filósofos viven la filosofía y la enseñan mediante la acción y el diálogo, no mediante la palabra escrita, donde nada vivo florece. Enquiridión (Manual) es una selección de sus enseñanzas realizada por su fiel discípulo Arriano de Nicomedia, futuro general del ejército romano.

Epicteto es continuador del estoicismo, corriente de la filosofía helenística (s. III a. C.) que incluye a epicúreos, cínicos, estoicos y escépticos, y cuya cualidad primordial reside en plantear la filosofía no como un conocimiento teórico sino como una forma de vida. Tan es así que el significado coloquial del término filosofía en la expresión «tómatelo con filosofía» equivale, a grandes rasgos, a las consignas dadas por el estoicismo. Hoy día, los grandes sistemas de Platón y Aristóteles nos resultan ajenos porque la ciudad griega que fue su fundamento desapareció hace siglos en favor del gran Leviatán, del Estado. El individuo solitario dentro del Estado no aspira a influir en su abismal comportamiento sino a gozar del máximo equilibrio y felicidad. En esta tarea se embarcaron las escuelas ya citadas, y, con inigualable maestría, Epicteto.

En mi opinión, el Enquiridión es el texto a tener en cuenta en la usualmente apresurada docencia del estoicismo, pues es superior a Séneca y Marco Aurelio en sus cualidades pedagógicas.

La edición de José Manuel García de la Mora es excelente. Circulan por internet o por las librerias muchas traducciones del Manual de Epicteto, pero, sinceramente, ninguna como esta. Se ha cuidado que cada palabra y cada párrafo sea ejemplo de claridad. Un trabajo soberbio. Un libro imprescindible.

Cito algunos textos fundamentales:

[Para ser libres y felices es fundamental distinguir entre lo que está en nuestro poder y lo que no]

1. De lo que existe, unas cosas dependen de nosotros, otras no. De nosotros dependen juicio, impulso, deseo, aversión y, en una palabra, cuantas son nuestras propias acciones; mientras que no dependen de nosotros el cuerpo, la riqueza, honras, puestos de mando y, en una palabra, todo cuanto no son nuestras propias acciones.

2. Y las cosas que dependen de nosotros son por naturaleza libres, sin impedimento, sin trabas; mientras que las que no dependen de nosotros son inconsistentes, serviles, sujetas a impedimento, ajenas.

3. Recuerda, pues, que si las cosas por naturaleza esclavas las creyeres libres y las ajenas propias, andarás obstaculizado, afligido, lleno de turbación e increparás a los dioses y a los hombres; en cambio, si sólo lo tuyo juzgas que es tuyo y lo ajeno, como realmente es, ajeno, nadie te coaccionará nunca, nadie te pondrá impedimento, no increparás a nadie, no acusarás a ser alguno, nada harás que no quieras, nadie te perjudicará: no tendrás enemigo, pues ni te dejarás persuadir de que haya algo perjudicial.

[Sólo nuestros juicios pueden turbarnos]

Lo que turba a los hombres no son los sucesos, sino las opiniones acerca de los sucesos. Por ejemplo, la muerte no es nada terrible, pues, de serlo, también se lo habría parecido a Sócrates; sino la opinión de que la muerte es terrible, ¡eso es lo terrible! Cuando, pues, nos hallemos incómodos o nos turbemos o aflijamos, nunca echemos a otro la culpa, sino a nosotros mismos, esto es, a nuestras propias opiniones. Obra es de quien carece de formación filosófica acusar a otros de lo que a él le va mal; quien empieza a educarse se acusa a sí mismo; quien ya está educado, ni a otro ni a sí mismo acusa.

[Al filósofo no han de apartarle del bien obrar las murmuraciones y befas del vulgo]

Si deseas dedicarte a la filosofía, estáte dispuesto desde ahora mismo a ser ridiculizado y burlado por muchos, que dirán más o menos: «¡De repente se nos volvió filósofo!», y «¿De dónde nos vendrá esta altivez?». Tú, por tu parte, no tengas altivez y atente a lo que mejor te parezca, [actuando] como destinado por Dios precisamente para este puesto. Piensa que, si perseveras en los mismos propósitos, quienes antes se reían de ti, ésos después te admirarán; mientras que, si fueres vencido por ellos, recibirás doble irrisión.

[Ser filósofo no consiste en comentar doctrinas filosóficas, sino en practicarlas uno mismo]

Cuando alguien se jacte de comprender y poder interpretar cabalmente los libros de Crisipo, di para ti mismo: «Si Crisipo no hubiese escrito de un modo oscuro, nada tendría éste de que jactarse». Y yo, ¿qué quiero? Conocer la naturaleza y serle obediente. Busco, por tanto, quién hay que me la pueda explicar; y habiendo oído que Crisipo, voy a él. Pero no entiendo lo que ha escrito. Busco entonces al intérprete. Y hasta aquí no hay nada de qué gloriarse. Cuando haya encontrado el intérprete, me faltará todavía poner en práctica los preceptos, y esto, el practicarlos, es lo único honroso. En cambio, si admiro el simple hecho del interpretar,¿acabaré llegando a ser otra cosa que gramático, en vez de filósofo? La única diferencia consistirá en que, en vez de a Homero, interpreto a Crisipo. Cuando alguien, pues, me diga «Expónme Crisipo», más bien me sonrojaré como no pueda hacer gala de una conducta similar a la suya y que se armonice con sus enseñanzas.

Epicteto: Enquiridión. Barcelona: Anthropos, 2004.

4 comentarios en “Epicteto: Enquiridión

  1. Buenos días, Eugenio:
    Empecé leyendo casualmente una traducción sudamericana, despues la de F de Quevedo y ahora he encntrado esta que, realmente, afina mucho en el lenguaje.
    He buscado el libro por Internet para poder leerlo, pero al parecer esta agotado. ¿Sabes alguna opción para conseguir el texto o el original?.
    Saludos, Mario

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